miércoles, 28 de octubre de 2009

Historial Amoroso.

Tengo 23 años y hasta el momento mi historia sentimental viene siendo bastante sufrida.
La primera vez que (supuestamente) me enamore tenia 12 años.
Silvia jugaba al futbol y era la unica de la clase que fumaba. Muy heavy.
Fuimos novios un dia, y al otro me entere que era la ex novia y el gran amor de mi unico nuevo amigo de la nueva escuela. El panorama cambio, y pase todo el año tratando de convenserme de que "esa chica no era para mi".

A los 15 conoci a Alejandra, y nuevamente volvi a sentir la necesidad de escuchar los romanticos de la noche (de concierto fm) y dibujar corazones en los bancos del liceo.
Con ella fue distinto. Todo estaba destinado a darse. Nos presentaron, nos pusimos de novios, los amigos aprovaban, el padre me decia que era el hijo que nunca tuvo y mi madre le decia que ya era parte de la familia. Tanto fue asi que estuvimos juntos casi 2 años.
"Duramos" mientras las posibilidades de tener una vida sexual activa eran nulas.

Me enamore perdidamente de mi mejor amigo.
(Paralelamente a un encaprichamiento terrible con mi profesor de Geografia)
No se que paso ahi, pero mi cabeza cambio rotundamente.
Pablo paso a ser la razon de mi existir. Iba a el liceo por Pablo. Salia a bailar por Pablo. Mi humor dependia de la cara de Pablo.
Tuvimos una amistad plagada de besos, caricias, miradas, cucharitas, abrazos, celos, peleas, reconciliaciones, risas, llantos. Pero nunca fuimos mas que amigos. Y el salia con mis amigas.

Y conoci a Diego. Y Diego me conocio a mi.
Tuvimos una desesperante, agonica, maravillosa y tormentosa relacion de 3 años.
Relacion enfermiza y agotadora. relacion destinada al fracazo. Relacion que como no podia ser de otra manera termino con cientos de puñalas por la espalda.
Pero de la cual no puedo renegar, porque sin ella hoy no seria quien soy (y no estoy tan desconforme con eso).

Mi relacioncon Pablo y con Diego termino el mismo dia.

Despues de Diego me invente algunos romances, que duraban hasta que me daba cuenta de que todo era una farza. Hasta que me daba cuenta de que todo era un intento desesperado de subir el bajo rating que estaba teniendo la serie que yo creo estar protagonizando.

Cuando aparecio Matias crei que era lo mismo, crei que la produccion seguia creyendo en el viejo recuerso de las participaciones especiales.
Pero no. Matias era algo mas. Matias era la version mejorada de lo que yo espere por años que fuera Diego. Me supero. Me desbordo. Tanto, que no crei estar preparado. Era un personaje que tenia que aparecer en los ultimos capitulos, no en ese momento, a mitad de temporada.
Lo deje. Bailaba mal.

Cuando pienso en Silvia, pienso que debe ser lesbiana.
A veces, cuando me acuerdo de Alejandra, me la imagino con hijos y un marido obrero de la construccion.
Muy pocas veces pienso en Pablo, y sigo sin entender que fue nuestra relacion, sin entenderlo a el.
Cuando me acuerdo de Diego, le deseo lo peor.
Cuando pienso en Matias, sigo pensando que baila mal.

martes, 20 de octubre de 2009

A veces es Domingo y llueve.

Mi casa es el peor lugar para un dia de depresión.
O te hunde mas de lo que estas, y la depresión se transforma en fastidio y mal humor, o te obliga a reponerte, agarrar tu mochila e irte. Perturbado. Con una estupida felicidad, que solo se debe a que te fuiste. Esa alegría tan torpe, que desaparece en el mismo momento en el que te enfrentaste a el primer obstáculo, ya sea que perdiste el ómnibus, o que se embarro el pantalón.
En mi casa nunca podes desarrollarla, superarla, sacar un provecho de ella, darle un broche de oro.
Y mucho menos tener ese momento post-depresión, ese que dura apenas unos minutos, en el que queres hacer de todo, ordenar todo, tirar lo que no usas, organizar la ropa por estación, pintar las paredes de colores alegres, escuchar música, leer un libro y ser voluntario de la cruz roja. Esos minutos nunca llegan a existir.
En mi casa somos cinco y no alcanzan los enchufes.
Sin embargo, me olvido. Y cuando estoy pasando mal en otro lado, deseo estar en mi casa. Me olvido.
Me olvido que no podes llorar a gritos ni reírte a carcajadas. Me olvido que no podes pretender ni silencio ni alboroto.
Y sin embargo la sigo llamando mi casa.
No hay ningún lugar mió ahí adentro, no se parece a mí. Con el lugar que mejor me llevo, es con el baño. He pasado horas y horas en el baño. Música, cigarrillos, estufa (o ventilador), muchas indicaciones, precauciones y modos de uso para leer, mucho silencio y mucha libertad.
Obviamente que tampoco es siempre, porque de dia se escucha la tele y todos los sonidos del living, constantemente poblado, y de noche puede que mi padre haya dejado la radio del taller prendida, que en el silencio y con la especial acústica de mi baño, invade tu mente por completo.
Mi padre se olvida muy seguido de apagar la radio.
A el no le gusta apagar o cerrar las cosas, el no cree que eso sea importante o merezca la pena.
Se olvida de apagar la radio, trancar el auto, cerrar la puerta y tapar la Coca.
En mi casa siempre hay Coca. Nunca hay agua. A veces hay Pepsi.
Nunca hay agua porque a mi madre no le gusta, y si a ella no le gusta, tarde o temprano a nosotros nos va a dejar de gustar, y sino, nos vamos a acostumbrar a que falte, a que sobre o a que esta bien. O a que esta mal.
Ella es así. A no ser que se trate de mí hermano. Ahí lo real se vuelve subjetivo, los límites se corren y las cosas no son siempre tan absolutas. Hay matices.
Comparto el cuarto con mi hermano. Comparto es una forma de decir.
Mi hermano no sabe compartir, sabe beneficiarse de una situación, a corto o largo plazo. Tiene muy pocas buenas acciones, y por lo general son inversiones.
A mí siempre me engaña.
Soy el que más lo conoce, y el que máscae en sus trampas.
Mi cuarto es mi cuarto cuando el no esta, cuando el esta, mi cuarto es el cuarto de mi hermana.
La invado.
Pero ella me entiende y se la banca.
Se enoja a veces.
Pero me entiende y se la banca. Ella entiende todo. Siempre entendió todo.
Desde chiquita.
Somos muy parecidos, y a veces eso es un problema. Porque estamos de mal humor a la misma vez, queremos usar la computadora en el mismo momento, o ninguno se quiere parar a subir el volumen de la tele.
Porque los dos estamos cansados.
Pero ninguno de los dos escucha bien.